martes, 18 de marzo de 2014


Caigo y me desconcentro, todo el tiempo vuelvo al mismo lugar que siempre supo cobijar mis miserias, aquellos destellos de lo que intento desprenderme pero siempre vuelven a ser el centro de la parafernalia visual que soy. Me descuido, cuido la decencia, soy un imberbe. Ladro y me retuerzo, soy un peso que se escapa de tu balanza, un pesado. El orden está claro y no lo veo, tantas luces que se desprenden de la cuna que se mece entre abejas que se repiten hasta lo absoluto. Me lanzo al vacío, ya no soporto mis pies sobre las sombras talladas en las piedras recostadas en tu sien. ¿Me ves? ¿Puedes verme, realmente, a través de la rendija de la idiotez? Algo me persigue y me escondo; soy yo otra vez, pero no, tengo piernas en las manos y sobre soles camino. ¡Alguien que me apague!
¡Oh, insinuación de continuidad, taciturno movimiento de esos dedos raquíticos que estrujan almas! Las verdades son mías, siempre caigo sobre la hierba y esta vez no será diferente. Pálido e inútil, un estropajo entre jardines de esplendor caótico y reconfortante, sobre un centro blanco y negro, mimetizado con las notas de aquella voz, pierdo el equilibrio de mis pensamientos, antaño capaces de construir un nuevo firmamento, hasta que mi ser se desprende de mí, átomo por átomo. ¿Quién corre por la espalda de mis sueños persiguiendo algún vestigio de razón?
Y me encuentro otra vez en mi estúpido estado de inocencia, buscando... una voz, una palabra, un hombro, un abrazo. Solo encuentro puertas cerradas con llave, aunque escucho los aullidos de dolor de los que están adentro. Corriente abrasadora y fútil, me empujas hacia lo imposible y aún así logras convencerme; y así, lastimado y farfullando otras realidades, empujo con todo mi esqueleto, carcomido por los años, aquella pared que me separa de mis sueños. El detonante gira una llave que se desprende de mi pecho en un armonioso canto de sufrimiento, vacío caminante, ambulante; e inmediatamente petrificado, solo esperaba un beso, un beso de aquella mujer que ahora solo es un cadáver mutilado, carnicería de mis recuerdos, colgando del techo de aquella habitación que se ríe de mí.


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