lunes, 20 de enero de 2014

Capítulo Segundo
En-sueños

Despierta la ciudad en llamas, con el aliento entumecido, y todos corren o tropiezan para salvar sus propios miembros, siempre redondeando el círculo de desesperación. Catapultas espectrales vomitan impíos objetos solubles que contaminan todo en lo que se mimetizan mientras, a lo lejos, se escucha el llanto de los árboles que caen, uno por uno, para convertirse en leña que le da de comer al caos. Heme aquí, en medio de toda esta visión nauseabunda, rodeado de cosas que pensé nunca más poder ver y, sin embargo, tengo la posibilidad de observarlas una vez más en el momento justo en el que la ruina las mutó en olvidos. No creo poder establecer un contacto con nadie en este sórdido palacio de violencia. Me siento inservible, pequeño, desnudo e invisible, como si algo permitiera que toda esta inmundicia que me rodea pudiese percatarse de mis más oscuros secretos y no le importase más que una pluma tirada en una plaza. Esto soy yo para este mundo: un ser superfluo y venido a menos, una piltrafa caminante, sin misterio, nada para dar o digno de ser escuchado, una pérdida de tiempo. Y, por lo visto, nadie tiene tiempo para perder aquí. ¿Podrás negar que lo que digo es cierto?
Me resuelvo, o resuelvo comenzar a sorberme. ¿A quién van dirigidas mis preguntas? ¿A quién esta última, o aquella primera? No recuerdo... algo oprime mi cerebro como si estuviera en una morsa. ¡Oh, si llorar pudiese limpiar mis heridas! ¡Si las sombras de aquel penacho amenazante pudieran, ahora y por un tiempo prudencial, serme de utilidad como en años anteriores! Todo culmina en una luz que explota y me siento levitar lentamente hasta ser rodeado por mis miedos. Voy a ser... ¿Qué voy a ser? ¿Qué voy a hacer? Si ser es hacer y lo hecho es susceptible a lo que soy, creo estar perdiendo de nuevo, pero no sé qué es lo que se me está escapando esta vez. Magnifica solvencia de placeres dudosos, en el crepúsculo de mi sien se retuerce tu silueta y en la mística reverberación de tus dotes, crispados y envueltos en penumbras, me siento enflaquecer, dormitar y reprocharme, culminando mis sinuosas participaciones, siempre fragantes y carentes de magia, en un símbolo de estropeada arquitectura, casi como una rueda que, por el uso o la erosión del tiempo, se sienta, cuadrada, a esperar ser destituida.
Y ahora apareces y te vas... todo cambia, o eso quiero creer. Pareciera ser constante a lo que he visto, pero hay un sentimiento, como una explicación implícita que solo yo puedo dilucidar, que es distinto. Una máscara te cubre los ojos e inmediatamente solo queda tu boca, provocando que todo el resto de tu cuerpo pase a ser solo un recuerdo. Sé que intentas decirme algo, pero cuando quiero escucharte me voy. No puedo controlar la situación, todo me sobrepasa, se interponen mil vivencias, una sobre la otra, pero me son ajenas. Y un automóvil recorre una autopista desconocida, sin rumbo me encuentro en su interior. Sin conductor, sin interlocutores. Vive y déjame morir en paz. Cuatro veces cinco, diez veces seis, quince veces veinte, cincuenta veces cien... Comienzo a correr.
Esquelético resorte de cordura envidiable, sube y préstame tus alas: una, dimensión de dioses negligentes que, como un palio, cubre las estrellas; la otra, corrompida y lánguida. Y aquí la luna salta sobre la idiotez, se retuerce en espasmos de un dolor que le fue provocado por el odio. Ya no hay más para ver... salvo el mismo símbolo que se me presenta como una advertencia: azul, rojo y negro. Cada color con su propia columna, y la unión en sus puntas como la convergencia de algo divino e insondable.
Tregua... una mano roza mi frente. ¿Quién es? ¿Aube? ¿Quién es Aube? ¿Por qué vino este nombre a mi cabeza? La opresión cerebral nuevamente... me duelen los recuerdos mucho más que cuando no los había olvidado. Quiero volver, pero una garra siniestra me empuja más y más a la nada. Siento que la mano se aleja y luego también el cuerpo, que es dueño de aquellos dedos que, por un segundo, me hicieron revivir. Ahora vuelvo a desvanecerme, todo es oscuro, pierdo los sentidos. Me estoy volviendo impalpable...


No hay comentarios:

Publicar un comentario